Yo no soy la señorita Chevalier. Memorias de una loca by Hersilie Rouy

Yo no soy la señorita Chevalier. Memorias de una loca by Hersilie Rouy

autor:Hersilie Rouy
La lengua: spa
Format: epub
editor: Siglo XXI de España Editores, S. A.
publicado: 2015-10-01T00:00:00+00:00


[2] Las monjas que atienden el hospital de Orleans llevan el título de Hermanas de la Providencia.

[3] La autora está haciendo un juego de palabras con el título de las monjas que atienden el sanatorio [N. de la T.].

XIV. MANICOMIO DE ORLEANS. TERCERA PARTE. LA LLEGADA DE MIS PAPELES

'Las pequeñas cosas tienen grandes efectos', dice el proverbio.

Yendo un día a la capilla, vi a la señora le Normant des Varannes, esposa del tesorero de los hospicios, y me dijeron que era muy amable y muy complaciente.

Yo me encontraba precisamente en un gran problema respecto de un vestido que tenía que hacerme en el ropero; no había modelo, y las costureras de fuera no entraban en las secciones.

Escribí entonces una nota a esta dama, rogándole que fuese tan amable de prestarme un patrón, y entregué mi carta a los señores Vilneau y de Pibrac que se apresuraron a llevársela, a recomendarme y a rogarle que me viniese a ver.

Enseguida me envió revistas de moda, ilustraciones, me facilitó a su modista, intercambió correspondencia conmigo, vino a verme, tocó algo de música, y puedo asegurar que tuve la suerte de dirigirme no a una mujer buena y amable como tantas otras, sino a una mujer esencialmente superior, llena de ánimo, de iniciativa, con la que se podía hablar en serio de las cosas más graves.

Le rogué que fuese mi intermediaria ante algunas personas de París. Lo hizo inmediatamente.

El señor tesorero, por su parte, se informó siguiendo mis indicaciones, a ruego de los señores administradores, felices por haber encontrado, en el momento más inesperado y por una cuestión de trapitos, poderosos auxiliares, deseosos de venir en su ayuda en su obra de redención, de prestarme un servicio y penetrar en un misterio tan singular.

El señor y la señora le Normant recibieron respuesta a todas sus cartas. Se asombraban de saber que estaba viva, escondida bajo un nombre desconocido, puesto que mi muerte había sido anunciada por todas partes.

Mi primo hermano, el señor Laurency Rouy, jefe de la división de los Haras, de la casa del emperador, al que escribí cuando estuve segura de que mis cartas le llegarían, respondió enseguida, el 10 de julio de 1868, con un envío de dinero, y expresando su dolorosa sorpresa al saberme viva y desgraciada, puesto que diez años antes, una antigua criada de mi hermano había ido a decirle que estaba muerta, y él había escrito a su madre y hermanas (mi tía y mis primas).

Esto tuvo gran efecto.

De la administración, esta sorprendente noticia llegó a la prefectura y al tribunal.

Era todavía más grave que las actas y documentos del pobre doctor Lepage y, el 16 de julio de 1868, el señor procurador general Tenaille d’Estais vino por primera vez a visitar el manicomio. Tras haber realizado la visita por la división de pensionistas, se detuvo en la habitación del piano que me servía como salón.

Estaba acompañado del señor procurador imperial de Bodan y el señor doctor Payen, que le hacía los honores de su servicio.

Se sentó y me interrogó largamente sobre mi familia, mi primo, mi posición en la sociedad.



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